Cuenta Regresiva
Dios No Existe
El Dios que le prometió a Israel las tierras de Palestina no existe y si la interpretación interlineal del hebreo bíblico más brutal de la historia, tuviera un atisbo de acierto semiótico, ésta no podría ser el argumento israelí en Naciones Unidas para justificar el genocidio infernal que cada año comete contra el pueblo palestino. Aun así, Israel y su red de iglesias evangélicas en el mundo, siguen manipulando las masas con una “promesa divina” que desdibuja al mismo Dios de los hebreos, veamos:
El Dios que aprueba la masacre contra Palestina y a la vez encarna a Jesús de Nazaret no existe. Es como afirmar que Herodes es un enviado de ese mismo Dios para favorecer a los judíos. Cada vez que los pastores evangélicos levantan la bandera de Israel y a su vez bendicen en nombre de Jesús, desdibujan al Dios único y generan una contradicción que los convierte, discursivamente, en anti Dios y anti Cristo, porque Jesús de Nazaret no es el Dios exclusivo de los hebreos, sino de todos los pueblos y gentiles: palestinos, samaritanos, pecadores, leprosos, prostitutas y centuriones.
La conducta genocida de Israel, basada en promesas divinas, los coloca a la par de los mismos faraones que esclavizaron al pueblo hebreo y el genocidio que despliegan contra Palestina, convirtiéndola en el gueto más grande y de mayor duración en el mundo, ubica al gobierno hebreo en el mismo nivel criminal de los comandantes nazis.
Insisto: esta NO es una guerra divina, no es un conflicto místico, aunque la arremetida de Israel deja en evidencia y en total ridículo a las iglesias evangélicas por develar las zanjas teológicas que existen entre el Judaísmo y la figura de Jesús el Cristo, este horror no es un evento bíblico, apocalíptico, predestinado; una guerra entre ángeles y demonios. Se trata de un genocidio que Naciones Unidas está obligada a detener y condenar si queremos preservar la civilización humana.
De todas maneras, el tema teológico es apasionante y sigo atento a debatirlo con el pastor, reverendo, creyente o no creyente que muestre interés. Realmente las acciones del estado de Israel conllevan a desdibujar su “Dios único” y restaurar su conducta histórica más genuina: la apelación a otros dioses; la elaboración de “becerros de oro”, de Señores más complacientes con sus feroces apetencias. Todo ello nos acerca al momento teológico, antropológico e histórico de reconocer como origen del monoteísmo el reinado de Akenatón y no la promiscua y acomodaticia inclinación del Sanedrín por buscarse dioses a su medida.
En fin, la humanidad es mística por naturaleza y siempre hay una dimensión espiritual en nuestros grandes asuntos. En este caso, evitar la guerra y preservar la civilización depende de nuestra capacidad política, sea el Dios de Israel otro becerro de oro o una Reichsadler de plata que de su pico emanan bombas de fósforo blanco.
Joaquín Rondón
