Es carnaval y fieles y paganos celebraremos la fiesta de la carne y el destape. Es una oportunidad de vivir con total libertad lo que nos divierte y apasiona, para luego comenzar la cuaresma. En ese marco, esta columna destaca una de las valientes posturas del Papa Francisco, quien se vio obligado a aclarar que su bendición "es hacia las personas, no a las parejas del mismo sexo". Así manejó la enorme presión del conservadurismo y el machismo que se imponen en la iglesia católica, aún en tiempos de avance civilizatorio. Reconozco que Francisco ha querido llevar su iglesia por una senda más humana, incluso más cristiana, pero son muchos los desafíos religiosos de este mundo inquisidor.
Dios es un súper ser. Un extraterrestre, creador, molde y origen de los humanos. Los creados, por nuestra parte, nos reconocemos a su "imagen y semejanza", aunque en muchos casos representemos a Dios con varios brazos o cabeza de elefante. Trascendentalmente somos una relación de Dios y Semidioses, ahora bien, desde la religión cristiana la feminidad resulta pecaminosa, maldita y todo se hace más complejo con el reclamo de las identidades, pero las iglesias, lejos de reconocer la feminidad y sexualidades en su excelso misticismo, se alarman y cierran como ostras. El Vaticano y sus derivados protestantes, se aferran a Pablo para justificar el sacerdocio en hombres solteros, sostenido en contradicciones y vacíos solapados con severa autoridad y sentencias absolutas y terrenales de hombres medievales. Nada celestial ni divino. Las iglesias protestantes, aunque aparentemente más sensatas y apegadas a Timoteo, siguen siendo intolerantes con la diversidad sexual, pese a las concesiones que, por conveniencia, hacen en algunos estratos de la sociedad para mayor penetración dogmática y recaudación.
Las Cartas de Pablo pudieran ser muy confusas, pero prefiero plantear otras perspectivas al interpretarlo: Pablo estuvo casado, fue sacerdote en esa condición, luego soltero y consagrado, dio testimonio de celibato y lo exaltó a pesar de haber convivido con su esposa, luego seguramente volvió a casarse porque no deja de reconocer lo difícil que es contenerse. Una de las interpretaciones más arraigadas para fundamentar el celibato sacerdotal masculino, único y excluyente, es su idea - no dictamen divino - de que “como hombre no podría atender a una esposa y a su vez servirle a Dios”. Todos los cónclaves, desde el oscurantismo hasta nuestros luminosos días, asumen en Pablo el sacerdote en celibato consagrado, pero si planteamos otra lectura, más lógica e incluyente, afirmamos: si Pablo, como hombre, admite no poder con ambos dones trascendentales, ello implica que las mujeres sí; que las mujeres deberían ser las sacerdotisas: guíar la iglesia, así como ayudaron a Jesús de Nazaret y abrieron el camino del cristianismo primitivo.
Toda la reacción del patriarcado y el machismo desde el Vaticano, las monarquías, el mercantilismo, las grandes corporaciones, redes de contrabando, gobiernos, bancos, constituciones, leyes, academias, partidos, siguen reñidos con la verdadera esencia y pilar civilizatorio que significa la feminidad, la mujer, la armonía de los géneros y la valoración de las diversidades. Es la confrontación colosal de esta humanidad: el machismo contra la equidad de género, desde el sacerdocio patriarcal, pasando por la intolerancia de las diversidades y la dictadura del varón en los sistemas de poder. El arrojo del Papa Francisco es muy valioso, más aún la lucha constante de todas las mujeres, madres y las diversidades por alcanzar la verdadera armonía, igualdad y respeto entre los géneros e identidades y en su nivel más alto: el liderazgo espiritual e integral de la feminidad, como ha existido en culturas ancestrales de américa y oriente, incluso en los pueblos nórdicos y en el cristianismo originario.
Joaquín Rondón – Profesor Universitario – @cuentaregresivaenradio
