Incertidumbre y política

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Política e incertidumbre son compañeras inseparables. Esta juntura no es nueva como tampoco lo es la incertidumbre asociada con cualquier cosa existente en nuestro universo. Sin embargo la unión entre las dos adquiere ribetes novedosos en estos tiempos, caracterizada al decir de Daniel Innerarity por la perplejidad. En el caso venezolano la perplejidad dice relación con la redefinición de la política desde la noción de ella como el arte de lo posible a pensarla como la opereta de “lo imposible” como nos muestra la puesta en escena de la quiebra de PDVSA, producida con un ahínco propio de enfermos compulsivos. Nada es invulnerable a la corrosividad chavista pues razón tenía Ghandi al decir que no se puede hacer bien lo que no se sabe.


Esta perplejidad está asociada con sorpresas debidas a los incesantes cambios tecnológicos, la religiosización (perdone la academia) del mundo occidental fruto de la difusión en su seno del islam, a la consolidación de centros de poder laterales como el temible narcotráfico y las redes de la corrupción, los cisnes negros como la aparición de nuevas plagas virales o las acciones terroristas, los efectos mariposa de hechos en su momento tenidos como insignificantes como el envío del primer tuit, los choques de fuerzas contrarias como las tendencias globalizantes versus la revitalización de lo local o los daños indeseados al ambiente ocasionados por la ratio tecnológica, entre otros factores. Pero lo novedoso de esta era de la incertidumbre no es su descubrimiento sino su toma de conciencia, su instalación como realidad sicológica genralizada. Entre las consecuencias está la quiebra de la confianza ciega en el conocimiento disponible sobre la realidad porque siempre nuestros modelos de representación de la misma son parciales y selectivos, lo que compromete la efectividad de nuestros métodos para planificar y pronosticar el futuro. Ante esta realidad sicológica las sociedades y personas ensayamos respuestas adaptativas. La primera es la renuncia a la pretensión totalitaria de la razón a gobernar la realidad, pero algunas respuestas de este tipo propician tendencias a sustituirla por un voluntarismo ciego a los datos disponibles, como la actitud de espera de una invasión que los hechos duros negaban su posibilidad o lanzarse a acciones de calle en procura de una “salida” que no era alcanzable por esa vía, empeño vitalizado por la confianza desmedida en que querer es poder y que “si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

Otra de las respuestas es la resignación derrotista, la salida del juego por la convicción de no poder en los resultados. La abstención y el desinterés por la política son hermanas siamesas de esta actitud que olvida, al decir de Einstein, que la política es algo tan serio que no debe dejarse solo en manos de los políticos. Ni que decir de quienes se refugian en implorar el auxilio de fuerzas superiores no solo de potencias extranjeras, sino extra terrenales. El pensamiento mágico religioso, antropológicamente hablando, suele ser el refugio y consuelo de quienes ya se sienten desarmados ante una realidad que los aplasta. Maduro acaba de afirmar que ahora sí está convencido de que este año se revitaliza la economía, el problema era su falta de fe en sí mismo o en sus convicciones, ya podemos entonces dormir tranquilos. Así también se vencerá la pandemia, el bloqueo, llegar militarmente hasta Bogotá o derrotar al imperio.

Una última respuesta adaptativa es la apuesta a la suerte, al “veamos si la pegamos”, ello propicia salidas aventureras como la del Fidel Castro al invadir a Cuba, pero que no le sirvió al Ché en Bolivia ni a Oscar Pérez en su intentona. Por desesperación, es previsible que hechos así se repitan lamentablemente. En los juegos competitivos la mayoría de los jugadores pierden, pero la memoria colectiva prefiere exaltar a los escasos triunfadores.

La incertidumbre como realidad factual y sicológica impone una revisión de nuestros métodos de análisis de datos y de las categorías para conceptualizar la realidad. Los tiempos han cambiado, no es el momento de grandes marchas porque el alejamiento de las mayorías es abrumador, hacerle frente a la desconfianza creada por la incertidumbre exige más que voluntarismo, peticiones de auxilio a poderes superiores o apuestas a la suerte; cierto, algo de ellos no sobra, porque sabemos que todo es bueno o malo dependiendo de la dosis. Lo racional es no sujetarse solo ella e incluir lo emocional como parte de las herramientas para cambiar la desconfianza, la desesperanza, el miedo, la angustia, la desorientación, la frustración acumulada y la desesperación, depresión o rabia asociada. Cuando la incertidumbre se cuantifica entramos en el reino de las probabilidades, algunos las usan para apostar pero lo racional es usarla para calcular posibilidades a partir de los datos disponibles, lo demás es estupidez, y si bien es una respuesta adaptativa no es inteligente.

@signosysenales

dh.asuaje@gmail.com

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