Cuenta Regresiva Identidad biológica

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Un mes de vacaciones, desde nuestra última columna, es suficiente. Regresando del aeropuerto Arturo Michelena a esta ciudad ardiente, observé muchos vehículos en cuyos parabrisas se leía “Identidad Biológica”, razón por la cual pospuse para la próxima columna el tema de los avistamientos extraterrestres y la sorpresiva inclinación del gobierno norteamericano por reconocer la presencia alienígena en nuestro planeta, considero que, “por decencia” -como insistían en mi casa- debemos mostrar buenos modales cuando llega visita y uno de ellos es el asunto, elemental por demás, de nuestras identidades.


Está muy claro: el derecho a la identidad biológica es un avance legislativo adoptado por numerosos Estados para garantizar la identidad de personas que pudieron haber sido desvinculadas de sus padres, como ha ocurrido de forma alarmante en Alemania, Argentina, Uruguay, Colombia, Estados Unidos y cualquier lugar de Europa y demás continentes. Como reza la legislación actualizada de los países en vanguardia; el derecho a la identidad comprende el plano personal y una responsabilidad estatal en la proporción de respuestas institucionales que permitan verificar a las personas interesadas o susceptibles de haber sido desvinculadas tempranamente de su familia biológica, conocer su filiación primaria.


La desvinculación filial de millones de personas ha sido un flagelo de toda la historia; desde el tráfico de africanos y amerindios, pasando por los crueles experimentos nazis hasta el sistemático secuestro y reubicación realizado por los gobiernos fascistas en las dictaduras de Suramérica que separaron de sus padres a millones de personas -hoy día siguen apareciendo los nietos de las Abuelas de la Plaza de Mayo-. Esta legislación debió llegar mucho antes, pero su máxima difusión ocurre en momentos cuando la película Sound of Freedom estremece las conciencias y pantallas del mundo entero al denunciar la super corporación multinacional y la extensa red de complicidad que favorece la trata de niños.


Ahora bien, la identidad de género o la “ideología de género” como estilan algunos, es materia aparte. Los avances en la legislación sobre la identidad biológica no justifican de ninguna manera las consignas de algunos fanáticos religiosos que pretenden condenar el derecho a la identidad sexual de las personas.  La identidad de género es parte de la personalidad que construye y decide, libremente, cada ciudadano en su vida. Reitero: “pretenden” es sólo una pretensión malsana de algunas sectas que cometen el peor de los pecados (según sus propios principios) al jugar a ser Dios y condenar, mucho antes del juicio final, a quienes no compran sus “perdones corporativos”.


Si pudiéramos, como humanidad, ir superando esas vergonzosas conductas antes de reunirnos con nuestros lejanos visitantes, porque en verdad “da una pena”, como solía decir una querida actriz cada vez que llegaban a visitarla los elencos de la capital y de las telenovelas, no mejores que actrices Ella. Una pena que nuestros visitantes galácticos vean la forma cómo destruimos el planeta, nos matamos y “convivimos” de forma tan desigual y que esa brutalidad sea materia de negocio para las apresuradas expiaciones que parecen cotizadas por el mismísimo Judas Iscariote.


Joaquín Rondón

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