Desde el 22 de abril, cuando se cumplieron 300 años del natalicio del filósofo eslavo, hasta hoy 7 de mayo en el bicentenario de la 9na sinfonía de Beethoven, Europa ha desplegado programas de celebración glamorosa y colorida, pero estoy seguro que, en su inmortalidad y vigencia, Immanuel Kant y Ludwig van Beethoven en este momento preferirían acompañar los campamentos de estudiantes y académicos en las universidades del mundo: en Emory, Atlanta, Cornell, Washington, Columbia, en la Universidad de los Ángeles, en Europa, en Ámsterdam, Newcastle, Sidney en Australia y muchas más que condenan de forma creativa y valiente el genocidio descarado de Israel contra Palestina y en general el sistema belicista que se nos impone.
Quienes conocen mejor a Kant y están al frente de sus homenajes, saben perfectamente que su aporte trascendental a la “ilustración” es la crítica a la auto destrucción humana, producto de las guerras y la explotación brutal. El proyecto de Naciones Unidas y el Derecho Internacional que inspiró Kant, actualmente parece un simple periódico llevado por la brisa y el tránsito libre y digno de los humanos por el mundo, un verdadero crimen. Fiel a su “imperativo categórico”, no hay duda que “El Poeta de la Razón y la Epistemología”, hoy día estaría acompañando a los jóvenes de la Universidad de Cornell, porque sus banderas de Liberación Mutua, persiguen el mismo principio de Kant: “el bien de todos”.
Rebelde, brillante y polémico, Beethoven correría decidido a tocar y componer en los campamentos universitarios de Sydney o Berkeley, donde sus comunidades se manifiestan contra el colonialismo, la invasión y el genocidio del cual es víctima Palestina y ciertamente la humanidad toda. Más de dos mil espectadores, récords históricos por la sinfonía más larga, la inclusión de voces y horas de ovaciones de pie con Beethoven al frente de cada detalle, fueron el resultado de la pasión incurable del genio: el canto a la felicidad humana, la unión de los hombres con igualdad, como lo ilustra el poema de Schiller: libertad y fraternidad en una sinfonía convertida en himno de la Unión Europea, un himno hueco y ensombrecido por el persistente apoyo a la guerra, la financiación de las armas y la indiferencia ante el genocidio, la pobreza, la esclavitud y las migraciones.
Es la verdad histórica: Kant y Beethoven siempre han estado contra esa brutalidad. La 9na sinfonía es una pieza de posguerra en la cual el Maestro vislumbra una Europa en paz. Kant sentó los principios de la ilustración y la convivencia mundial. Ambos genios estarían hoy siendo golpeados por agentes policiales en las universidades norteamericanas, como ocurrió en los años 60, investigados por sospechas de terrorismo como han fichado al movimiento pacifista de Berkeley y potencialmente envenenados, contagiados y fichados como los líderes del movimiento Hippie. De qué le vale a Europa los grandes homenajes, las aulas magnas y banquetes en honor a Kant y Ludwig si la ONU permanece de manos atadas ante la masacre de inocentes en Palestina y la OTAN llama “operación táctica” el cerco, desplazamiento y exterminio de toda una población. Universitarios: vosotros sois la fraternidad, la libertad y la nueva ilustración.
Joaquín Rondón – Profesor Universitario – @cuentaregresivaenradio
